Los dispositivos tecnológicos, y los software asociados a ellos, están protagonizando e impulsando la transformación hacia la era digital en muchas empresas y organizaciones. Las formas en que las compañías se relacionan entre ellas, el modo en que conectan, comparten datos, como intercambian información sus recursos humanos, etc. han experimentado un acelerón sin precedentes.
Dicha revolución no tiene vuelta atrás: tanto personas, como empresas, entes públicos o privados, construirán un futuro de relaciones en un entorno cada vez más digital. Y es que la marea lleva tanta fuerza que la mayoría de personas ya hemos incorporado la tecnología a nuestro día a día, “la llevamos encima, nos levantamos y acostamos con ella”.
Aún así, el proceso de integración tecnológica en las empresas sea quizás algo más lento, ya que al fin y al cabo, una organización debe medir con precisión el retorno de la inversión en tecnología. Pero aparte del mencionado retorno, una empresa debe integrar la tecnología en base a unos objetivos concretos y midiendo el impacto que puede suponer “el cambio” entre sus recursos.
Teniendo en cuenta que la tecnología aporta valor a todas las operaciones de una empresa, debemos aprovechar además la amplitud de conocimientos e informaciones que nos proporciona, por ejemplo, un buen sistema de gestión del negocio. En este sentido, herramientas como los software ERP nos ofrecen un nivel de detalles de nuestra propia empresa, de los clientes, de los procesos internos, de las operaciones habituales, de las oportunidades de negocio, etc. como nunca antes. Por ende, nuestra toma de decisiones empresariales gana solidez en base a una información 100% relevante y confiable.
En resumen, el proceso de “tecnificación digital” de las empresas incidirá sin duda en las formas de hacer negocios durante los próximos años. ¿Subimos, sí o sí, a dicha revolución?